Fiesta del Libro en Dosbarrios
El sábado, después de hacer el programa de radio, me fui a Dosbarrios con Fernando Marías. Dosbarrios es un pueblo pequeño (MUY pequeño) de la provincia de Toledo. Está a tres cuartos de hora de Madrid, y tiene dos mil quinientos habitantes. Por eso, cuando Fernando me pidió que me reuniese allí con las socias de un club de lectura, le contesté que bueno, pensando que íbamos a tener un agradable encuentro con media docena de señoras, y punto. Los índicesde lectura de la piel de toro no dan para mucho más. Pero me equivoqué, y ahora os cuento lo que pasa en Dosbarrios.
Nada más llegar nos fuimos a comer a casa de Marina, la bibliotecaria, y de su marido, Pedro. Arriba está la prueba. Pasamos mucha hambre: de entrantes, verduras en fritada (alcachofas, coliflor, espárragos y pimientos) y croquetas de marisco. De segundo, caldereta de cordero. Después, conejo en salsa, especialidad de Pedro. El conejo estaba bueno, pero lo de la salsa era milagroso: daban ganas de pasar el resto de la vida haciendo sopitas. Para acabar, chuletas decordero al sarmiento. Y tiramisú.´Casero. Como todo.
Cuando, en el café, hablamos un poco del acto de la tarde y Marina me contó que el club de lectura tiene cien socias, pensé que la digestión del banquete me había nublado las entedederas. Pues no. Cien socias. Y el nuevo club de lectura para hombres cuenta ya con quince afiliados. Así que en Dosbarrios los índices de lectura barren la media nacional.
A la reunión literaria asistieron ochenta personas, ahí es nada.Servidora está acostumbrada a hablar para auditorios de veinte, treinta almas reunidas en ciudades muchísimo másgrandes que DosBarrios. Así que al ver el salón de actos casi lleno siento un brote de confianza hacia el ser humano.
Marina, Isabel, Rosario y otro grupo de mujeres sacan tiempo de sus trabajos y sus familias para promover la cultura en el pueblo. Han montado una modesta biblioteca y a ella arrastran a todo el que se deja, incluso a unas cuantas mujeres iletradas a las que han enseñado a leer. El pueblo no tiene librería, ´de ahí la importancia de un buen servicio de préstamo, pero, a pesar de todo, Marina insiste en la importancia de que en las casas haya libros. Por eso, una vez al año, montan una venta solidaria de volúmenes al precio simbólico de un euro. El pueblo y la biblioteca reciben muy escasas ayudas del gobierno central y poca cosa de la administración autonómica. Se apañan solos, a base de pequeñas donaciones particulares, buen ánimo y mucho esfuerzo, y el apoyo del ayuntamiento y la alcaldía, cuya concejal de cultura es el director de laEscuela de Música. Sí, sí, DosBarrios tiene escuela de música. El ochenta por ciento de los niños del pueblo saben tocar algún instrumento. ¿A alguien más le da envidia?
Cada año, el ministerio de cultura se gasta indecentes cantidades de dinero en promocionar la lectura con anuncios, carteles y zarandajas que cuestan una pasta y valen para bien poco. ¿No sería mejor apoyar materialmente iniciativas como la de DosBarrios? ¿No hay nada que podamos hacer para convertir otros pueblos españoles en una sucursal de DosBarrios?
Volvemos a Madrid cerca de lasnueve de la noche. Estoy más bien cansada, porque llevo en danza desde las ocho de la mañana. A las nueve me reunía con un productor de la televisión belga que va a hacer un programa sobre Madrid. La hora la puso él, y yo no me atreví a decirle que en Madrid nadie pone reuniones a las nueve de la mañana de un sábado. Así que me fui alhotel de las Letras a tener una reunión de una hora.Y encima en inglés. El caso es que por la noche estaba derrengada, pero a pesar de eso me fui a cenar con unos amigos y con Marcial. Habíamos hecho la reserva en "Indochina", un oriental muy aparente que está cerca de casa. Cuando nos sentamos me acuerdo de que Eva pasa tres semanas al mes en Seúl
- Ostras, qué fallo
- ¿Por qué?
- Porque supongo que estarás hasta el gorro de comida oriental
- A ver si te crees tú que Asia es como las Rozas.
Tomamos langostinos con carne, samosas, teriyakis y arroz. Luego nos quedamos enla mesa arreglando el país hasta que nos dimos cuenta de que los pobres camareros estaban esperando a que nos marchásemos para echar el cierre. Así que nos fuimos al Cock a seguir hablando de la crisis.
Con crisis o sin ella. el Cock estaba a tope. El portero nos dejó pasar en en honor a las muchas copas que hemos pagado en un local famoso por la antipátía de sus camareros y la excentricidad antipática de su dueña, que se pasea por el local quitando chaquetas de los respaldos de la silla y echando broncas si alguien hace fotos. Cada vez que voy al Cock, me juro no volver. Una vez, Martín Casariego y yo estuvimos de boicot un mes largo.
- Nosotros no vamos al Cock
- ¿Por qué?
- Porque la copas son carísimas y nos tratan a patadas.
La cosa tuvo éxito hasta que un día Martín me confesó que había sucumbido a la tentación y había regresado al lugar prohibido.
- Eres un esquirol
- Es que iba con mucha gente.
- Y un cobarde, Martín, tío. Un boicot es una boicot.
- Ya...
El caso es que, como un boicot en soledad es más bien una paranoia, yo también regresé al Cock. Los cócteles están bastante más flojos que en Del Diego, pero se dejan beber. Los techos son altos, el ambiente es bueno y casi siempre hay sitio para sentarse. Así que, con sus camareros malencarados y su dueña rarita, el Cock no es un mal sitio para un sábado por la noche. Sorbiendo mi Tom Collins (ginebra, azúcar y limón), me dio por pensar que índice de lectura habría en ese momento en el local. Y me di cuenta de que, en cualquier caso,era mucho más bajo que el de DosBarrios.
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